Y si el furor de Libro Uno fue una sorpresa para otros, para LRH fue un maremoto. Las cifras fueron: 2.000 cartas en mayo de 1950 y 200 diarias desde entonces, en junio, julio y agosto: más de 18.000 cartas. Y finalmente, aquí había un libro que literalmente trajo lectores a su puerta en Elizabeth, Nueva Jersey, llenó su sala de estar de gente, y volvió a definir su vida en estos términos: ya nunca más sería suya. En unas semanas, la avalancha de estudiantes lo llevó a alquilar otras dos casas y a formar la Fundación de Investigación de Dianética Hubbard.
Mientras tanto, para finales de 1950, más de 250.000 personas habían auditado a sus amigos y familiares, hasta que los periódicos informaban finalmente de esto: “Traerá el ‘gobierno de la razón’ a los problemas de política local y mundial, comunicación, derecho y a casi todos los campos de actividad humana; la meta de una búsqueda de 3.000 años”. Y todo eso era sólo el principio: el Libro Uno, 1950.
Ahora, por supuesto, la historia paralela a lo que he contado es la historia de la investigación y desarrollo de LRH. Porque, después de todo, Dianética fue sólo el principio, y las palabras finales de LRH no pudieron ser más claras: “¡Por el amor de Dios, pongan manos a la obra y construyan un puente mejor!”.
El Libro Uno había detallado la anatomía de la mente y los cuadros de imagen mental que comprenden la mente “reactiva”. Pero, como dijo LRH, la pregunta clave que aún tenía que responderse era: “¿Quién o qué mira las imágenes?” Y esa búsqueda fue la siguiente meta de investigación de LRH.
Las primeras pistas aparecieron en el verano de 1950, cuando los preclears empezaron a recordar incidentes de vidas pasadas. En cuanto a eso, los incidentes previos a esta vida no sólo aparecían con más regularidad, sino que, lo que es más importante, los casos sólo avanzaban cuando se abordaban los incidentes de vidas pasadas. O como LRH afirmó más tarde: “Todos ‘sabían’ que sólo se vive una vez, y la batalla campal que tuvo lugar a continuación acerca de las muertes pasadas impidió la investigación sobre ellas casi 6 meses, porque a cada preclear al que le pedí que recorriera una se le invalidó al momento, y el invalidarlas lo puso enfermo.
“Yo no sabía por qué los ponía tan enfermos. Se podía invalidar un engrama, y eso no lo ponía muy enfermo. Pero si se invalidaba una muerte pasada, ¡aahh!”.